La doncella del Yangtzé
El gigantesco anfibio abrió la boca y se tragó el bao de un sólo bocado.
-Así, muy bien Gao Gao.- Xiang le dió unas palmaditas en la cabeza a la salamandra de un metro de largo, se limpió el moco de su piel en el agua y sonrió al ver cómo, una vez saciado, se metió en el cristalino riachuelo a seguir su apacible vida.
A Xiang le encantaba jugar con esos animales, sabía que estaban en peligro de extinción; su tío Tao trabajaba en el centro de recuperación de la salamandra gigante, y lo sabía todo de ellos. Era muy divertido pasar el rato con esos anfibios enormes, aunque eran un poco gruñones y a la mínima que se molestaban un poco emitían ese ruido raro. En esos momentos comprendía por qué todo el mundo les llamaba “pez bebé”; aunque de peces no tenían nada, salvo lo de vivir en el agua.
Era una tarde maravillosa, había estado jugando varias horas con las salamandras, tenía los pies en el agua para refrescarlos y se dejaba acariciar por la brisa mientras repasaba las guías de campo de la biblioteca y echaba un ojo a los deberes de verano de vez en cuando; lo justo y necesario. Se podía dar estos lujos después de haber luchado contra las fuerzas del mal hace un par de días, esa vez le tocó un caracol gigante venenoso que escupía ácido por la boca. Una noche los espíritus de la montaña le ofrecieron esa tarea, algo duro para una niña de trece años, pero merecía la pena por ver crecer las plantas y saber que los animales y las personas estaban felices. Su tío le había inculcado valores fuertes respecto a cuidar a los demás. Al recordar a su tío volvió a la realidad por un segundo y vio que estaba anocheciendo.
-¡Ton Ton, tenemos que hacer la cena!- Cogió a su peluche hecho a mano por ella misma, una versión en miniatura con ojos de botón de sus amigos acuáticos y se lanzó a la carrera; teniendo que volver segundos después para ponerse los zapatos y coger los libros ¡Qué despiste, casi se los olvida! Llegó corriendo con el corazón a punto de salir por su pequeña boca hasta un claro donde, con un silbido, llamó a su nube voladora.
-Llévame a casa amiga.- Se subió de un salto y se elevó en el aire.
Esto era lo que más le gustaba de sus poderes, podía recorrer largas distancias en un visto y no visto al igual que Sun Wukong. Usaba la nube como los surfistas rubios y tostados que salían en la tele, en esos programas extranjeros que solía poner su tío para mantener fresco el inglés; Xiang no sabía por qué, ya que nunca lo había escuchado usarlo. Atravesó las montañas a toda velocidad, el paisaje montañoso era mejor desde las alturas. Agujas gigantes de piedra se clavaban en un mar verde de vegetación, su querido bosque, hasta donde alcanzaba la vista. De pequeña pensaba que gigantes las habían puesto allí, pero su tío le explicó que era producto de la erosión del viento y de la lluvia sobre la roca; los espíritus apoyaban su historia infantil ¿En su mundo sería así? Un día iría a la cima de una a merendar, seguro que los pájaros eran una maravillosa compañía. Antes de llegar al pueblo dejó la nube en su escondite secreto. Una cueva en un desvío de una ruta turística.
-¡Ramas, creced!- Unos kanjis aparecieron flotando de sus manos y al dar dos palmadas estas explotaron como pompas de jabón. Cuando los restos de estas burbujas cayeron al suelo, empezaron a crecer ramas para tapar la entrada de la cueva. Ahora sí podía ir a casa.
-¡Hola señor Ming! ¡Hola señor Go!- Mientras bajaba por las calles de tierra hasta su casa, saludaba a todos los vecinos con esa sonrisa que siempre tenía en su rostro. La inmensa mayoría eran ancianos, quedaban pocos niños en el pueblo,
-¡Ya estoy en casa!- Nadie contestó. Su tío no había llegado.
Tiró la mochila en su habitación sin mirar, sabía que caería al lado del futón, había generado buena memoria muscular. Dejó sentado a su peluche en una de las sillas, se arremangó y recogió sus negros cabellos en unas coletas improvidadas, bastante asimétricas, para que no le estorbaran al cocinar.
-Te quedas aquí Ton Ton, hoy no me ayudarás en la cocina.
Tocaba sopa de verduras y arroz, era martes. Abrió la nevera y sacó un rábano y un puerro; los cortó en trozos grandes y los echó al agua hirviendo, añadió un poco de sal y preparó la pechuga de pollo que no hizo ayer, la echaría después al arroz. La dejó hacerse a fuego lento, mientras aprovechó para pasar el plumero; la estantería del despacho acumulaba diez veces más polvo que la casa junta. Encendió los inciensos del altar de sus antepasados y agradecer a sus padres por dejarla en un hogar con comida y posibilidad de educación al fallecer. Aprovechó también para recoger toda la ropa tendida, tenía que reconocer que el gusto para las camisas de su tío era horrible. La de loros y colibríes rosas se llevaba la palma. Sacó la pechuga de pollo, la desmigajó, metió el arroz en la vaporera y después lo echó todo a la sartén para que se friera bien ¡Olía delicioso!
-¡Xiang! ¡Ya estoy en casa!- ¡Justo a tiempo!
-¡La cena está lista!- Salió de la cocina con la cuchara en la mano y le dio un abrazo a su tío. Vino lleno de barro, con sus pantalones de campo color beige, dos tonos más oscuros y la camiseta de baloncesto un poco más vieja. Se quitó las gafas de sol y dedicó a su sobrina una amplia sonrisa. Las sonrisas venían de familia.
-Vamos a cenar entonces.-
Se pusieron hasta las botas; Tao reía al ver a Xiang atragantarse con el arroz por comer tan rápido. Eran sólo dos pero eran felices al tenerse el uno al otro, compartían mucho en común y Xiang siempre quería aprender más sobre el mundo natural, algo que a su tío le encantaba.
-Mañana vienen los del gobierno.-
-¿Vendrá el señor Wu?- Tao asintió con la cabeza. En ocasiones venían científicos de la ciudad a tomar muestras de las salamandras, y hacer cálculos que sólo ellos y su tío entendían. Normalmente le caían mal, pues desconocían los nombres de los animales y los llamaban a todos por un número y Andrias davidianus. El señor Wu era la excepción. Era bastante majo.
-¿A qué vienen esta vez?- Le picaba demasiado la curiosidad
-Van a tomar muestras del mucus que produce la piel de las salamandras.-
-¿Y eso es para?- Siempre le tenía que sacar la información a trozos.
-Mira.- Tao entrelazó los dedos dejando pequeños huecos entre ellos. -Imagina que la celulosa sumada al moco es una red, fuerte y con espacio. Esto estimula a las células de un tejido dañado a multiplicarse y a reparar el órgano más rápido. Si a los albañiles les viene bien un andamio, a las células igual. Están trabajando para usar eso en operaciones y salvar vidas.
-¡Cómo mola!- Le encantaba escuchar las explicaciones de su tío. De mayor quería saber tanto como él.
Al día siguiente un todoterreno negro con la bandera del país se plantó delante de su puerta. Del vehículo salieron tres hombres; el señor Wu iba acompañado por otros dos investigadores, ataviados todos con el mismo equipo de campo. Wu les sonrío de forma risueña, como siempre, pero Xiang se fijó en uno de los otros dos. Tenía algo que no le gustaba, algo siniestro en sus ojos se ocultaba detrás de las gafas de sol.
-¡Buenos días señor Tao.-
-¡Cuanto tiempo sin verle Dr. Wu!- Se estrecharon la mano enérgicamente, como dos viejos amigos. Después de todo eran algo parecido.
-Buenos días pequeña Xiang, has crecido mucho.- Xiang le devolvió el saludo desde la entrada de la casa con entusiasmo
-¿Nos guiaría hasta la posición de las salamandras?-
-Por supuesto, como siempre. Y dime ¿Cómo va el programa de cría en cautividad que querían realizar?- Se subieron los cuatro al todoterreno para viajar al riachuelo donde se encontraban los grandes anfibios.
El hombre sospechoso sostenía la mirada de Xiang mientras subía al vehículo. Ella lo seguiría de cerca. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para que no percibieran su movimiento, fue corriendo hasta su escondite secreto e hizo que las ramas disminuyesen de tamaño con un chasquido. Saltó a la nube y se elevó en los cielos.
Siguió al todoterreno desde una distancia prudencial, viendo desde arriba como se metía por senderos boscosos. El trayecto era cuanto menos movidito, lleno de baches y charcos que tenían más de aspirantes a lagos que de otra cosa gracias a las lluvias de días atrás. Xiang iba con el ceño fruncido por las sospechas se agolpaban en su cabeza; ese hombre contenía algo oscuro ¿Sería su nuevo enemigo esta vez? La idea le fastidiaba un poco, quería unos días de relax. Pronto lo descubriría.
Se posó en la copa de unos árboles cercanos y contempló cómo su tío daba varias indicaciones para que todos se dividieran. Xiang siguió al hombre misterioso a pie, escondiéndose entre los arbustos. Se movía nervioso, como si no supiera exactamente lo que estaba buscando, olfateaba el aire igual que un perro; estaba tras un rastro. Siguió corriendo hasta un riachuelo. Xiang reconoció al instante el lugar; era donde muchas de las salamandras iban a tener sus crías ¿Quería dañar a los pequeños? ¡No podía permitirlo! En ese momento el hombre volvió a olfatear el aire y se giró sonriendo en su dirección. La había encontrado.
Su enemigo comenzó a convulsionar mientras una niebla negra surgía de él. Sólo era un recipiente para el mal, a Xiang le tocaba luchar de nuevo. Ella salió de su escondite y encaró al mal. La nube oscura aumentó de tamaño y comenzó a moldearse para tomar una forma ofensiva. Una salamandra negra como el carbón de ojos de fuego abrió su boca con un sonoro rugido, dispuesta a devorarla de un solo bocado.
-¡Hora de luchar Ton ton!- Le dio un beso a su peluche y lo lanzó al aire. En un estallido multicolor adquirió el mismo tamaño que su contrincante. Para vencer a una salamandra gigante hace falta una salamandra gigante. Ton ton respondió con otro rugido, más agudo. -Y ahora me toca a mí.- Xiang comenzó a brillar para empezar su transformación.
Su pijama se transformó en un vestido tradicional azul, un pañuelo rosado cogió su pelo en una trenza y un bastón de madera roja con una cabeza de león tallada flotó a su lado. Estaba lista para luchar.
Las dos salamandras se embistieron una a la otra, mordiéndose y dándose cabezazos y poderosos golpes con la cola que hacían temblar el suelo. Xang empezó a preparar sus hechizos.
-¡Que el agua te atrape!- Dio un golpe con el bastón en una roca, transmitiendo una ligera onda que tocó el agua. Esta formó tentáculos que subían por la piel del anfibio maligno, envolviéndola por completo. Su movimiento se vio reducido, permitiendo a Ton Ton contraatacar. -¡Sí!-
Xiang se dirigió corriendo hacia la criatura. Tenía que ponerle un sello para purificarla, comenzó a conjurarlo mientras su compañero de peluche le ganaba tiempo. Su enemigo estalló de rabia. Pinchos de material oleoso surgieron de su piel, atravesando la lana y desgarrándola. Ton Ton volvió a su tamaño original, destrozado por varios puntos.
-¡Ton Ton!- Entre lágrimas Xiang llamó a su nube, justo a tiempo.
Los pinchos se proyectaron hacia ella, dispuesta a empalarla. Partían árboles y rocas a placer. Tenía que actuar rápido o no podría acercarse.
-Venid a mí aves del cielo ¡Desterrad a mi enemigo con alas de amanecer!- De sus manos comenzaron a nacer pequeñas garzas de fuego, saliendo de cascarones de ceniza que manchaban su nube. Las aves volaron raudas hacia la salamandra chocando en estallidos ígneos, haciéndola chillar de dolor. -¡Toma eso!- Xiang continuó su embate con las aves de fuego hasta acercarse lo suficiente.
Se lanzó en picado para agarrarse como pudo a la piel del anfibio dolorido. zarcillos comenzaron a brotar como filos en busca de la carne de Xiang. Varios cortaron su piel mientras corría por la espalda del monstruo y esquivaba como podía los viscosos látigos cortantes. Con un grito de rabia por su suave amigo caído conjuró un sello de papel con kanjis iridiscentes grabados en él y lo pegó en la cabeza de la malvada criatura.
-¡Purificar!-
Una suave luz azul empezó a envolver la totalidad del cuerpo del demonio anfibio. Este comenzó a chillar de agonía mientras su cuerpo se convertía en agua cristalina. Estaba siendo destruida gracias al poder de los espíritus de la montaña.
-¡Desaparece!- Con una sonora explosión el monstruo desapareció en corrientes de agua y luz que se dispersaron por todas partes para después volver al río al que debían formar parte. Sólo quedaba un misteriosos bulto grisáceo que se movía en una roca.
-Vamos a ver qué tenemos aquí.- Xiang se acercó al objeto con su bastón en alto, preparada para atacar si era necesario. El pensamiento ofensivo desapareció cuando vio a una docena de crías de salamandra agolpadas una encima de la otra.
Xiang no podía creerlo, quería llorar de la emoción ¡Con esto la especie se recuperaría mucho más rápido! Seguro que su tío se pondría super contento. Y además tendría nuevos amigos a los que visitar.
-A tí te llamaré Yan, a tí Lao….-
Antes de que pudiera poner todos los nombres escuchó unos gritos provenientes del camino ¡Eran Wu y su tío! Se escondió en los arbustos esperando no ser vista.
-¿Qué ha ocurrido aquí?- Wu se acercó corriendo a su compañero desmayado, estaba empapado, boca arriba en el suelo. -¿Estás bien? Tao, trae el todoterreno.
Antes de que Tao se marchase a por el vehículo, el antes poseído investigador despertó de su sueño.
-¿Qué ha ocurrido?- Estaba desorientado y confuso. Normal, un demonio gigante acababa de abandonar su cuerpo.
-Has debido de desmayarte mientras buscabas las salamandras.- Wu contempló la devastación causada por la pelea. -¿Qué ha causado esto? Igual ha sido una bestia y te has desmayado al verla.- Wu rió intentando animar a su compañero.
Tao no conocía ningún animal capaz de hacer esto pero decidió callarse para dejar tranquila la situación. Iba a a levantar al investigador caído pero el montón de crías de salamandras llamó demasiado su atención.
-¡Mirad!- Su tío salto de roca en roca para recoger en su regazo a los anfibios, los trataba igual que bebés. Después de todo lo eran, aunque fueran de salamandras. -Estas no las había visto hasta ahora ¿Donde habéis estado pequeñas?- Las salamandras emitieron su ruido característico, como el llanto de un niño, dando más la impresión de ser bebés. Xiang sonrió.
-Tenemos que anillarlas para el seguimiento. Pero antes vamos al coche tu y yo, tienes que descansar. Tao por favor, quédate con ellas.
-Será un placer.-
Xiang se permitió una pequeña risita y se fue despacio hasta su nube, para salir volando con su nube, mientras dejaba atrás a su tío y el equipo de investigadores con los anfibios nacidos gracias a sus poderes. Mientras sobrevolaba las montañas un único pensamiento rondaba por la cabeza de Xiang ¿Podría volver tranquilamente a sus vacaciones?