lunes, 6 de febrero de 2023

La doncella del Yangtzé

                                                          La doncella del Yangtzé




El gigantesco anfibio abrió la boca y se tragó el bao de un sólo bocado.


-Así, muy bien Gao Gao.- Xiang le dió unas palmaditas en la cabeza a la salamandra de un metro de largo, se limpió el moco de su piel en el agua y sonrió al ver cómo, una vez saciado, se metió en el cristalino riachuelo a seguir su apacible vida.


A Xiang le encantaba jugar con esos animales, sabía que estaban en peligro de extinción; su tío Tao trabajaba en el centro de recuperación de la salamandra gigante, y lo sabía todo de ellos. Era muy divertido pasar el rato con esos anfibios enormes, aunque eran un poco gruñones y a la mínima que se molestaban un poco emitían ese ruido raro. En esos momentos comprendía por qué todo el mundo les llamaba “pez bebé”; aunque de peces no tenían nada, salvo lo de vivir en el agua.


Era una tarde maravillosa, había estado jugando varias horas con las salamandras, tenía los pies en el agua para refrescarlos y se dejaba acariciar por la brisa mientras repasaba las guías de campo de la biblioteca y echaba un ojo a los deberes de verano de vez en cuando; lo justo y necesario. Se podía dar estos lujos después de haber luchado contra las fuerzas del mal hace un par de días, esa vez le tocó un caracol gigante venenoso que escupía ácido por la boca. Una noche los espíritus de la montaña le ofrecieron esa tarea, algo duro para una niña de trece años, pero merecía la pena por ver crecer las plantas y saber que los animales y las personas estaban felices. Su tío le había inculcado valores fuertes respecto a cuidar a los demás. Al recordar a su tío volvió a la realidad por un segundo y vio que estaba anocheciendo.


-¡Ton Ton, tenemos que hacer la cena!- Cogió a su peluche hecho a mano por ella misma, una versión en miniatura con ojos de botón de sus amigos acuáticos y se lanzó a la carrera; teniendo que volver segundos después para ponerse los zapatos y coger los libros ¡Qué despiste, casi se los olvida! Llegó corriendo con el corazón a punto de salir por su pequeña boca hasta un claro donde, con un silbido, llamó a su nube voladora.


-Llévame a casa amiga.- Se subió de un salto y se elevó en el aire.


Esto era lo que más le gustaba de sus poderes, podía recorrer largas distancias en un visto y no visto al igual que Sun Wukong. Usaba la nube como los surfistas rubios y tostados que salían en la tele, en esos programas extranjeros que solía poner su tío para mantener fresco el inglés; Xiang no sabía por qué, ya que nunca lo había escuchado usarlo. Atravesó las montañas a toda velocidad, el paisaje montañoso era mejor desde las alturas. Agujas gigantes de piedra se clavaban en un mar verde de vegetación, su querido bosque, hasta donde alcanzaba la vista. De pequeña pensaba que gigantes las habían puesto allí, pero su tío le explicó que era producto de la erosión del viento y de la lluvia sobre la roca; los espíritus apoyaban su historia infantil ¿En su mundo sería así? Un día iría a la cima de una a merendar, seguro que los pájaros eran una maravillosa compañía. Antes de llegar al pueblo dejó la nube en su escondite secreto. Una cueva en un desvío de una ruta turística.


-¡Ramas, creced!- Unos kanjis aparecieron flotando de sus manos y al dar dos palmadas estas explotaron como pompas de jabón. Cuando los restos de estas burbujas cayeron al suelo, empezaron a crecer ramas para tapar la entrada de la cueva. Ahora sí podía ir a casa.


-¡Hola señor Ming! ¡Hola señor Go!- Mientras bajaba por las calles de tierra hasta su casa, saludaba a todos los vecinos con esa sonrisa que siempre tenía en su rostro. La inmensa mayoría eran ancianos, quedaban pocos niños en el pueblo,


-¡Ya estoy en casa!- Nadie contestó. Su tío no había llegado.


Tiró la mochila en su habitación sin mirar, sabía que caería al lado del futón, había generado buena memoria muscular. Dejó sentado a su peluche en una de las sillas, se arremangó y recogió sus negros cabellos en unas coletas improvidadas, bastante asimétricas, para que no le estorbaran al cocinar.


-Te quedas aquí Ton Ton, hoy no me ayudarás en la cocina.


Tocaba sopa de verduras y arroz, era martes. Abrió la nevera y sacó un rábano y un puerro; los cortó en trozos grandes y los echó al agua hirviendo, añadió un poco de sal y preparó la pechuga de pollo que no hizo ayer, la echaría después al arroz. La dejó hacerse a fuego lento, mientras aprovechó para pasar el plumero; la estantería del despacho acumulaba diez veces más polvo que la casa junta. Encendió los inciensos del altar de sus antepasados y agradecer a sus padres por dejarla en un hogar con comida y posibilidad de educación al fallecer. Aprovechó también para recoger toda la ropa tendida, tenía que reconocer que el gusto para las camisas de su tío era horrible. La de loros y colibríes rosas se llevaba la palma. Sacó la pechuga de pollo, la desmigajó, metió el arroz en la vaporera y después lo echó todo a la sartén para que se friera bien ¡Olía delicioso!


-¡Xiang! ¡Ya estoy en casa!- ¡Justo a tiempo!


-¡La cena está lista!- Salió de la cocina con la cuchara en la mano y le dio un abrazo a su tío. Vino lleno de barro, con sus pantalones de campo color beige, dos tonos más oscuros y la camiseta de baloncesto un poco más vieja. Se quitó las gafas de sol y dedicó a su sobrina una amplia sonrisa. Las sonrisas venían de familia.


-Vamos a cenar entonces.-


Se pusieron hasta las botas; Tao reía al ver a Xiang atragantarse con el arroz por comer tan rápido. Eran sólo dos pero eran felices al tenerse el uno al otro, compartían mucho en común y Xiang siempre quería aprender más sobre el mundo natural, algo que a su tío le encantaba.


-Mañana vienen los del gobierno.-


-¿Vendrá el señor Wu?- Tao asintió con la cabeza. En ocasiones venían científicos de la ciudad a tomar muestras de las salamandras, y hacer cálculos que sólo ellos y su tío entendían. Normalmente le caían mal, pues desconocían los nombres de los animales y los llamaban a todos por un número y Andrias davidianus. El señor Wu era la excepción. Era bastante majo.


-¿A qué vienen esta vez?- Le picaba demasiado la curiosidad


-Van a tomar muestras del mucus que produce la piel de las salamandras.-


-¿Y eso es para?- Siempre le tenía que sacar la información a trozos.


-Mira.- Tao entrelazó los dedos dejando pequeños huecos entre ellos. -Imagina que la celulosa sumada al moco es una red, fuerte y con espacio. Esto estimula a las células de un tejido dañado a multiplicarse y a reparar el órgano más rápido. Si a los albañiles les viene bien un andamio, a las células igual. Están trabajando para usar eso en operaciones y salvar vidas.


-¡Cómo mola!- Le encantaba escuchar las explicaciones de su tío. De mayor quería saber tanto como él.


Al día siguiente un todoterreno negro con la bandera del país se plantó delante de su puerta. Del vehículo salieron tres hombres; el señor Wu iba acompañado por otros dos investigadores, ataviados todos con el mismo equipo de campo. Wu les sonrío de forma risueña, como siempre, pero Xiang se fijó en uno de los otros dos. Tenía algo que no le gustaba, algo siniestro en sus ojos se ocultaba detrás de las gafas de sol.


-¡Buenos días señor Tao.-


-¡Cuanto tiempo sin verle Dr. Wu!- Se estrecharon la mano enérgicamente, como dos viejos amigos. Después de todo eran algo parecido.


-Buenos días pequeña Xiang, has crecido mucho.- Xiang le devolvió el saludo desde la entrada de la casa con entusiasmo


-¿Nos guiaría hasta la posición de las salamandras?-


-Por supuesto, como siempre. Y dime ¿Cómo va el programa de cría en cautividad que querían realizar?- Se subieron los cuatro al todoterreno para viajar al riachuelo donde se encontraban los grandes anfibios. 


El hombre sospechoso sostenía la mirada de Xiang mientras subía al vehículo. Ella lo seguiría de cerca. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para que no percibieran su movimiento, fue corriendo hasta su escondite secreto e hizo que las ramas disminuyesen de tamaño con un chasquido. Saltó a la nube y se elevó en los cielos.


Siguió al todoterreno desde una distancia prudencial, viendo desde arriba como se metía por senderos boscosos. El trayecto era cuanto menos movidito, lleno de baches y charcos que tenían más de aspirantes a lagos que de otra cosa gracias a las lluvias de días atrás. Xiang iba con el ceño fruncido por las sospechas se agolpaban en su cabeza; ese hombre contenía algo oscuro ¿Sería su nuevo enemigo esta vez? La idea le fastidiaba un poco, quería unos días de relax. Pronto lo descubriría.


Se posó en la copa de unos árboles cercanos y contempló cómo su tío daba varias indicaciones para que todos se dividieran. Xiang siguió al hombre misterioso a pie, escondiéndose entre los arbustos. Se movía nervioso, como si no supiera exactamente lo que estaba buscando, olfateaba el aire igual que un perro; estaba tras un rastro. Siguió corriendo hasta un riachuelo. Xiang reconoció al instante el lugar; era donde muchas de las salamandras iban a tener sus crías ¿Quería dañar a los pequeños? ¡No podía permitirlo! En ese momento el hombre volvió a olfatear el aire y se giró sonriendo en su dirección. La había encontrado.


Su enemigo comenzó a convulsionar mientras una niebla negra surgía de él. Sólo era un recipiente para el mal, a Xiang le tocaba luchar de nuevo. Ella salió de su escondite y encaró al mal. La nube oscura aumentó de tamaño y comenzó a moldearse para tomar una forma ofensiva. Una salamandra negra como el carbón de ojos de fuego abrió su boca con un sonoro rugido, dispuesta a devorarla de un solo bocado.


-¡Hora de luchar Ton ton!- Le dio un beso a su peluche y lo lanzó al aire. En un estallido multicolor adquirió el mismo tamaño que su contrincante. Para vencer a una salamandra gigante hace falta una salamandra gigante. Ton ton respondió con otro rugido, más agudo. -Y ahora me toca a mí.-  Xiang comenzó a brillar para empezar su transformación. 


Su pijama se transformó en un vestido tradicional azul, un pañuelo rosado cogió su pelo en una trenza y un bastón de madera roja con una cabeza de león tallada flotó a su lado. Estaba lista para luchar.


Las dos salamandras se embistieron una a la otra, mordiéndose y dándose cabezazos y poderosos golpes con la cola que hacían temblar el suelo. Xang empezó a preparar sus hechizos.


-¡Que el agua te atrape!- Dio un golpe con el bastón en una roca, transmitiendo una ligera onda que tocó el agua. Esta formó tentáculos que subían por la piel del anfibio maligno, envolviéndola por completo. Su movimiento se vio reducido, permitiendo a Ton Ton contraatacar. -¡Sí!-


Xiang se dirigió corriendo hacia la criatura. Tenía que ponerle un sello para purificarla, comenzó a conjurarlo mientras su compañero de peluche le ganaba tiempo. Su enemigo estalló de rabia. Pinchos de material oleoso surgieron de su piel, atravesando la lana y desgarrándola. Ton Ton volvió a su tamaño original, destrozado por varios puntos.


-¡Ton Ton!- Entre lágrimas Xiang llamó a su nube, justo a tiempo. 


Los pinchos se proyectaron hacia ella, dispuesta a empalarla. Partían árboles y rocas a placer. Tenía que actuar rápido o no podría acercarse.


-Venid a mí aves del cielo ¡Desterrad a mi enemigo con alas de amanecer!- De sus manos comenzaron a nacer pequeñas garzas de fuego, saliendo de cascarones de ceniza que manchaban su nube. Las aves volaron raudas hacia la salamandra chocando en estallidos ígneos, haciéndola chillar de dolor. -¡Toma eso!- Xiang continuó su embate con las aves de fuego hasta acercarse lo suficiente.


Se lanzó en picado para agarrarse como pudo a la piel del anfibio dolorido. zarcillos comenzaron a brotar como filos en busca de la carne de Xiang. Varios cortaron su piel mientras corría por la espalda del monstruo y esquivaba como podía los viscosos látigos cortantes. Con un grito de rabia por su suave amigo caído conjuró un sello de papel con kanjis iridiscentes grabados en él y lo pegó en la cabeza de la malvada criatura.


-¡Purificar!- 


Una suave luz azul empezó a envolver la totalidad del cuerpo del demonio anfibio. Este comenzó a chillar de agonía mientras su cuerpo se convertía en agua cristalina. Estaba siendo destruida gracias al poder de los espíritus de la montaña.


-¡Desaparece!- Con una sonora explosión el monstruo desapareció en corrientes de agua y luz que se dispersaron por todas partes para después volver al río al que debían formar parte. Sólo quedaba un misteriosos bulto grisáceo que se movía en una roca.


-Vamos a ver qué tenemos aquí.- Xiang se acercó al objeto con su bastón en alto, preparada para atacar si era necesario. El pensamiento ofensivo desapareció cuando vio a una docena de crías de salamandra agolpadas una encima de la otra.


Xiang no podía creerlo, quería llorar de la emoción ¡Con esto la especie se recuperaría mucho más rápido! Seguro que su tío se pondría super contento. Y además tendría nuevos amigos a los que visitar.


-A tí te llamaré Yan, a tí Lao….-


Antes de que pudiera poner todos los nombres escuchó unos gritos provenientes del camino ¡Eran Wu y su tío! Se escondió en los arbustos esperando no ser vista.


-¿Qué ha ocurrido aquí?- Wu se acercó corriendo a su compañero desmayado, estaba empapado, boca arriba en el suelo. -¿Estás bien? Tao, trae el todoterreno. 


Antes de que Tao se marchase a por el vehículo, el antes poseído investigador despertó de su sueño.


-¿Qué ha ocurrido?- Estaba desorientado y confuso. Normal, un demonio gigante acababa de abandonar su cuerpo.


-Has debido de desmayarte mientras buscabas las salamandras.- Wu contempló la devastación causada por la pelea. -¿Qué ha causado esto? Igual ha sido una bestia y te has desmayado al verla.- Wu rió intentando animar a su compañero.


Tao no conocía ningún animal capaz de hacer esto pero decidió callarse para dejar tranquila la situación. Iba a a levantar al investigador caído pero el montón de crías de salamandras llamó demasiado su atención.


-¡Mirad!- Su tío salto de roca en roca para recoger en su regazo a los anfibios, los trataba igual que bebés. Después de todo lo eran, aunque fueran de salamandras. -Estas no las había visto hasta ahora ¿Donde habéis estado pequeñas?- Las salamandras emitieron su ruido característico, como el llanto de un niño, dando más la impresión de ser bebés. Xiang sonrió.


-Tenemos que anillarlas para el seguimiento. Pero antes vamos al coche tu y yo, tienes que descansar. Tao por favor, quédate con ellas.


-Será un placer.-


Xiang se permitió una pequeña risita y se fue despacio hasta su nube, para salir volando con su nube, mientras dejaba atrás a su tío y el equipo de investigadores con los anfibios nacidos gracias a sus poderes. Mientras sobrevolaba las montañas un único pensamiento rondaba por la cabeza de Xiang ¿Podría volver tranquilamente a sus vacaciones?





miércoles, 18 de enero de 2023

El cuento del gusano

 -EL CUENTO DEL GUSANO-

                    

                    Atiende a la historia del gran verme

                    Terror, melancolía eviscerada

                    La narración de la propia vida

                    En las entrañas del hombre 


                   Que la infantil ciencia no te engañe

                   Es belleza la carne ennegrecida,

                   poesía la bilis, en cáliz vertida

                   He aquí el cuento de aquel que roe


                  Es la verdad malvada y retorcida

                 Nimia fue la versión del negro cuervo

                 cuando habló de nuestro dramaturgo


                Una mente de miasma corroída

                que  nos aguarda con su bestia al acecho

                el punto a éste nuestro final maltrecho    


Toque helado

   -Toque helado-




¡Agente, aquí! Gracias al cielo que ha venido. Sé que es usted el tercero en esta semana que viene a hablar conmigo pero tiene que creerme ¿Que si intento decir que soy inocente?

Eso ya no puedo decirlo, están todas las pruebas en mi contra e incluso lo he admitido. No, no quiero decir que soy inocente, necesito que me cambien de prisión, lo suplico. Usted ha leído mi caso, de eso estoy seguro y sé que pensará que estoy loco, o soy el peor mentiroso que ha conocido la historia, pero prometo que yo Juan Piscitello, no digo nada más que la verdad ¡Por favor no se vaya! Deje al menos que le cuente mi historia, al menos que le cuente mi historia. Necesito que me crea, estoy desesperado. No se ría de mí, de corazón se lo pido.


Todo empezó el sexto día de rodaje de un documental sobre fauna marina del ártico para la televisión nacional. Aunque no lo crea soy camarógrafo especializado en buceo ¡Y de los mejores! Incluso he hecho trabajos para la BBC, Discovery y la National Geographic. Partimos desde Argentina sin complicaciones en dirección al continente helado. No se imagina usted lo que es eso, la Antártida es aterradora. Perdón por desviarme del tema. Nuestro objetivo era la costa. En el interior de ese continente no hay vida, ahora no estoy tan seguro después de todo lo que me ha pasado, pero la ciencia dice que no hay vida. Uno pensaría que tendría que haber un par de especies de peces y ya está, pero esas aguas congeladas son un auténtico edén para la vida. 


Sumergirse en agua que puede matarte con estar unos segundos no es fácil, tienes que llevar un neopreno especial para no congelarte y aún así sólo puedes estar unos minutos antes de que la articulaciones decidan dejar de funcionar y tus extremidades sean de adorno. Sé que suena horrible, pero merece la pena ver lo que hay allí. O eso pensaba hasta que vi esa cosa. Atravesamos el hielo gracias a instrumental rudimentario, taladros, sierras mecánicas…. Todo lo moderno se rompe allí en nada. Y nos sumergimos, nos sumergimos tres buceadores a grabar lo que había allí abajo. Medusas de tres metros de largo parecían posar para nuestro largometraje, decenas de especies de crustáceos y equinodermos casi prehistóricos eran vistos por primera vez. Nuestros biólogos casi lloraban de la emoción ¿Que son los equinodermos? Las estrellas de mar y sus semejantes, para que usted y yo nos entendamos ¿Cómo eran los peces? A mí me gusta decir que los peces de la Antártida son tristes. Si la vida allí es antigua y lenta, en serio no sabe usted cómo son esos animales, si el planeta era así hace millones de años no querría estar allí. Bueno, si la vida es así los peces más, algunos totalmente oscuros y frío, otros transparentes con los órganos a la vista. Parecen fantasmas.


Esto es sólo para ponerle en situación y que vea los misterios ocultos bajo el hielo, necesito que escuche bien esta parte. En nuestra última inmersión el día fue malo, incluso aprovechando el verano Antártico la atmósfera era pesada, era nuestra sensación, nos lo decía el corazón, pero como los aparatos indicaban que todo estaba correcto decidimos realizar la inmersión. No sabe como me arrepiento. Yo soy de los que no se achantan ante nada y fui el primero en bajar, idiota de mí ¿Si había pasado algo con los animales o algún bicho extraño? ¡Para nada! Todo estaba igual que los días anteriores. No me mire con esa cara, el problema no eran los peces o las medusas ¡Era el hielo! Vimos un fenómeno que rara vez es filmado. De la placa de hielo sobre nuestras cabezas comenzó a surgir un zarcillo en dirección al lecho marino. Esto se produce cuando se filtra agua dulce congelada y crea un campo helado a su alrededor. Como puede entender los equinodermos… las estrellas de mar son muy lentas y no pueden escapar. Mueren a miles. No por nada lo llamamos dedo de la muerte. En este había algo raro, que nos decía a nuestro instinto que saliéramos del agua, mis amigos lo hicieron, yo no ¡Ahí mi condena! Bajaba muy rápido, demasiado, incluso los peces no podían escapar. Yo me alejé poco a poco sin dejar de grabar hasta que ví que se giraba ¡Esa cosa me estaba viendo! ¡Y vino a por mí!  Me buscaba con ansia, como si estuviera vivo y no quería perder su última presa. Solté la cámara para nadar hasta la superficie. Al girar la cabeza para mirar atrás pude ver como eso estaba envolviendo la cámara encerrándola en hielo para proseguir su camino. Al salir a la superficie tampoco me sentí a salvo, algo me decía que me estaba buscando ¡Nadie me creyó cuando lo dije! ¡Incluso me amonestaron por perder el equipo y la última toma! ¡Cabrones! Perdone, me cuesta no alterarme al recordarlo.


En el barco empezaron a suceder cosas extrañas, fallos en los equipos eléctricos, grietas en el casco, tuberías estaban estallando. Todos lo achacaron a daños por frío. Claro que eran daños por frío pero por esa cosa. Por favor créame, no estoy loco, eso estaba vivo, el hielo guarda misterios horribles que no deberíamos descubrir. Yo insistí en mi historia ¿Y qué conseguí? ¡Que el médico del equipo me diagnosticara ansiedad y me encerraran en mi maldito cuarto¡ No me mire así, digo la verdad. El último día me dejaron salir. Sí. Por ese día estoy aquí. Quedaban pocas horas para llegar a puerto y me permitieron salir para que me aireara un poco. Es maravilloso ver sólo azul y la tierra en el horizonte después de estar en el hielo, sientes que la brisa cálida te renueva las fuerzas perdidas. Tomé la decisión de mirar por la cubierta, y entonces lo vi. Cerca de la superficie nadaba incansable ese zarcillo de hielo, nadaba como un gusano ¡Estaba vivo! ¡Tenía inteligencia de algún tipo! Como si fuera un perro de caza me olió y comenzó a subir por el barco. Caí de bruces al suelo mientras intentaba huir y fue tal mi grito que uno de mis compañeros salió a socorrerme. El también lo vio, quedándose paralizado del miedo. Hubiese sido un testigo esencial para que mi historia fuera escuchada, pero el miedo y el instinto de supervivencia me llevaron a realizar el acto por el que estoy entre rejas. Lo empuje. Sí ¡Lo empujé contra esa cosa! El hielo lo envolvió como una serpiente, estrangulándolo y congelándolo.  Nunca he visto tanto miedo en un rostro. Ambos cayeron al agua. Lo que vieron el resto fue que lo tiré por la borda, nunca se encontró el cuerpo. Espero que algún día Dios me perdone. Después me dejaron inconsciente de un golpe con algo muy duro, creo que una sartén o algo así. El resto de la historia la conoce usted. 


Por favor, debe creerme, siento que ese monstruo por no ponerle otro nombre me sigue de alguna manera. Necesito cambiar de prisión para que no me encuentre ¡Se lo suplico! ¿Por qué me mira así? ¿Que le ocurre? ¡Oye! ¿Por qué corre? Espera ¡Mierda! ¡El hielo me ha encontrado! ¡Sacadme de aquí, sacadme de aquí! ¡No quiero morir! ¡Dios ayudame!


Ojos azul de prusia

 Ojos azul de Prusia



Mis párpados tenían dificultad para abrirse y cerrarse, llevaba cerca de cinco horas sentado frente a la pantalla y hacía dos que la media noche había pasado. El ruido al vomitar de los juerguistas que salían de la discoteca al girar la esquina de mi calle taladraba mis oídos. Y yo sin el artículo terminado. Llevaba meses trabajando con mi equipo en control de enfermedades transmitidas por vectores, teníamos casos de algunas que eran impensables en el país, pero aquí estaban, zumbando en nuestras consciencias como hacen sus portadores en los oídos al caer el sol. 


Dirigí una mirada a mi altar en honor a Buda y  Shiva para relajarme, quería terminar lo antes posible y los ojos de las estatuas me calmaban de alguna manera que no sabía explicar. Hombre de ciencia y religioso, increíble combinación. Ya había consumido las dosis de teína aceptables por la medicina y mi cuerpo, me disponía a apagar todo cuando de repente sentí frío. Frío en verano. Impulsado por un miedo desconocido corría cerrar la venta, tras hacerlo pude observar como el agua se condensaba en el cristal, mientras el vaho salía de mi boca a cada espiración. El vapor de agua se movía por la fría superficie de la ventana, queriendo formar con extraña inteligencia un patrón desconocido, el cual, sin saber bien por qué borré de inmediato. En mi estupor me quedé paralizado frente al reflejo que me devolvía la mirada en la oscuridad ¿Por qué lo había borrado? ¿Qué acababa de pasar? Con el corazón en la garganta me dije a mí mismo que todo era producto de algún tipo de fenómeno atmosférico repentino, pese a que las gotas condensadas en el cristal se reían de mí. Decidí echarme a la cama,  el cansancio debía ser la causa de todo. Todos mis autoengaños se desmoronaron cuando lo sentí, alguien me estaba mirando.


Asustado me giré, y la ví. Una figura femenina bailaba en la oscuridad por el tejado del edificio de enfrente. Se contoneaba de forma siniestra y seductora, sabía que su baile era para mí. Más bien para algo dormido dentro de mí. Estuve varios minutos contemplando la función, sumido en una terrorífica hipnosis. Quería irme pero mi cuerpo no me lo permitía, sólo podía sentir mis pulsaciones martillando en mis sienes, el dolor y el miedo me habían convertido en su definición. Una vez terminó alzó lo que se correspondía con la cabeza y me miró, unos ojos azules antinaturales brillaban en la oscuridad haciendo temblar cada hebra de mi ser. Me sonrió, sentía que lo hacía, las tinieblas mismas lo hacían. En ese momento me dejó moverme. Salí corriendo como una exhalación hasta mi habitación, cerré con pestillo y me dejé caer al suelo con la espalda apoyada en la puerta ¿Qué acababa de ver? Presa de un pánico impropio de mí, intenté racionalizar todo lo que había visto mientras miraba al techo con miedo a dormir. Esa sombra debía ser un producto de mi imaginación, la mente juega malas pasadas, los ojos azules debían ser por los brillos del ordenador. Lo advertían los oculistas, todo el tema de las pantallas ¿Verdad? Soltaba risotadas de nerviosismo al pensar en esa mirada en la oscuridad, inquisitiva, anhelante. Pero ese color era antinatural. Nada de esto era normal pero el color de esos ojos era lo peor, era químico, artificial, como esas tinciones histológicas que tienen mis compañeros de anatomía patológica en el despacho ¿Cómo se llamaba ese color? Dije su nombre con una ligera arcada sin saber por qué: azul de prusia. Estaba cansado, muy cansado y tenía miedo a dormir. Es para estas cosas para las que te preparan las maratones de películas de terror de la adolescencia. Tenía razón al tener miedo.


En sueños recorrí las calles de un Estambul de inicios de siglo veinte maleta en mano y a ritmo de carrera. Huíamos de algo, y digo huíamos porque iba acompañado. Dos hombres de pelo corto rubio y ropa de campo me seguían el ritmo con pinta de estar a punto de sacar los pulmones por la boca. Teníamos que alcanzar un tren en marcha costase lo que nos costase ¿Que nos estaba persiguiendo? ¿Por qué mis compañeros estaban aterrados y yo no? Como si de una película de Indiana Jones se tratase nos lanzamos hacia el vagón enganchándonos a una barandilla, colgamos por encima de las vías varios segundos hasta que logramos subir. Sentíamos que habíamos escapado por poco de algo terrible, fui el único en mirar atrás. Desde la lejanía podía ver como una joven de cabellera roja y de ojos azules me sostenía la mirada, aparecía y desaparecía de forma sobrenatural para igualar constantemente mi posición, me gustaba desafiarla, reía como un desquiciado, mis compañeros me miraban con terror reverencial mientras murmuraban cosas que para mí tenían y a la vez no significado: Nunca debimos abrir ese túmulo, un nombre inteligible ¡Es usted un monstruo¡ ¿Cómo había podido seguirnos desde Çatalhöyük? ¿Que le habría sucedido a? Nombre inteligible. Los miraba con desprecio, me parecían cobardes y ellos lo sabían. Me temían, incluso más que a ese ser. Volvía a mirar por la ventana para encontrarme dos reflejos, primero el mío y detrás el de un hombre de rasgos caucásicos que me contemplaba con malicia y curiosidad. Se acercó a mi oído y me susurró con calma gélida ¿Quién eres? ¿De cuando eres? 


Desperté entre sudores fríos, con la respiración agitada y la mano derecha temblorosa. Las preguntas que me había hecho aquel hombre resonaban de forma incontrolable en mi cabeza. Me decía a mí mismo que todo era un delirio fruto del cansancio y el estrés. Tenía que ser eso, si no lo era me tenía que plantear mi cordura. La vida normal se me hacía difícil, mis movimientos eran poco coordinados y vigilaba cada posible sombra que aparecía por mi visión periférica. Mis compañeros me decían que parecía que había visto un fantasma, uno de ellos tenía ojos azules y era imposible para mí mirarle a la cara. Estaba pálido y temblorosos, torpe en mis maneras y labores. No tardaron mucho en instarme a que fuera a descansar con cara de grave preocupación. 


Estar en casa tampoco era mucho mejor, podía no ser de noche pero la sensación era la misma, sabía que me estaba mirando, siempre a mi espalda, acechando. No me atrevía a girarme. Para intentar distraerme me entregué a la lectura y la oración, necesitaba que algo se apiadase de mí. Miraba desconsolado a Shiva en busca de protección ¿Era esto alguna clase de castigo? Investigué a su vez la localización que logré entender en esa maldita pesadilla. Resultaba ser una excavación arqueológica de la que se extraían restos de la civilización hitita ¿Era mi homónimo onírico alguna clase de arqueólogo o antropólogo de algún tipo? ¿Habían despertado por casualidad algún tipo de maldición parecida a la tumba de Tutankamon? De ser así ¿Por qué me afectaba a mí? En una explosión de rabia tiré las cosas que estaban encima de la mesa al suelo. En ese momento escuche su risa, sus risas, una que venía de mi espalda y otra de mi interior. Comencé a llorar desconsolado. 


Por la noche miré al exterior, contemplando la danzarina figura y sus ojos azul de prusia. Estaba desesperado, no quería volver a dormir pero sabía que era la única forma de obtener respuesta. De algún modo lo sabía.


En el sueño me recibió el frío de la montaña y la cúspide del mundo. El hombre que encarnaba en sueños se encontraba en postura de meditación, acompañado de varios monjes. Podía escuchar parte de sus pensamientos, sabía que los estudiaba, a ellos y a su fe, mayormente su origen. El origen de Buda, la cúspide de la creación. También se hacía preguntas respecto a mí, me sentía más allá del espacio y del tiempo, por eso los monjes estaban con él. El observador era también objeto de estudio. Contemplaba el mundo a lo lejos, por el clima nevado, las gentes y la altura supuse que debían estar en el Himalaya.


-Tienes razón.- El hombre habló en voz alta sembrando expresiones de pavor en los monjes y en mí mismo. Me leía, me sentía, tenía que tener cuidado. Este era un fallo de su parte pero parecía contento con el resultado. Tras eso siguió meditando. 


Al volver a abrir los ojos vió a los monjes de rodillas, con los ojos en blanco, orando y detrás de ella estaba eso ¡Lo había seguido hasta allí! Pude ver como se lanzaba ladera abajo mientras esa figura femenina lo observaba con desprecio. Él reía por dentro, sabía lo que iba a hacer, quería no mirar, pero sabía que era imposible. No era mi decisión. Abajo lo esperaba un detonador que no tardó en usar. La montaña se vino abajo y con ella llegó una avalancha que fue tragándose a los monjes y a esa extraña figura. Una suerte otorgada por el diablo seguía a aquel hombre pues salió ileso, sentía la maldad de su corazón y como me miraba orgulloso. Era un monstruo.


Tras eso fui transportado a una hondonada en el norte de Japón, donde la nieve caía mientras antorchas iluminaban nuestros rostros. Me rodeaban oficiales del ejército japonés y varios científicos, subíamos por unas escalinatas de piedra a un templo únicamente alumbrado por la luz de la luna, era tan fuerte que parecía devorarlo con su fulgor. Los hombres de ciencia hablaban sobre el origen de mitos antiguos y de la conexión que tenían con los del pueblo de mi anfitrión, y datos que demostraban diversas migraciones, intercambios culturales y paradigmas de la antropología, la arqueología y el propio origen de los humanos. Una vez llegamos a la puerta de la edificación religiosa pudimos leer una inscripción en kanji que rezaba: La tumba de Izanagi. Después nos recibió la oscuridad.


Una estepa se abría ahora ante mis ojos mientras seguíamos una senda por esa inmensidad, acompañado ahora por humildes gentes de las américas, de las que el siniestro hombre que me mostraba estas visiones aprendía y absorbía conocimiento. Esperaban todos algo, una llegada de un fenómeno astrológico. 


-Esperan ver el hielo primordial.- Lo había vuelto a hacer, leía mis pensamientos como si fueran propios, parecía que camináramos juntos. -Hacía tiempo que no sentía tu presencia, la intenté llamar mediante la ayahuasca pero no surtía efecto ¿Cómo funciona esto?- Sólo pude sentir el terror más puro.


En lo que se me hicieron horas de caminata pude contemplar como el cielo cambiaba de color a tonalidades imposibles mientras el sol se oscondía de lo que iba a acontecer. Fragmentos de luz astral recorrían en torrentes la bóveda celeste mientras una luz como ninguna otra terminaba por ejecutar al moribundo sol. Los indígenas se arrodillaron en reverencia mientras aquel hombre miraba al cosmos casi como un igual.


-Polaris, al fin muestras tu grandeza.-


En un abrir y cerrar de ojos el brillo de las estrellas fue sustituido por la suciedad de una ciudad en guerra. Las bombas orquestaban sus pasos y los disparos ensordecían todo. Llegó a un callejón saltando por encima de una muralla de cuerpos sin vida, soldados y civiles. Era una ratonera, no había salida, y se escuchaba el lento chapoteo de alguien acercándose. Allí estaba de nuevo esa mujer, con su cabellera roja, sus ojos antinaturales y sus ropas venidas de otro tiempo ¿Por qué no lograba ver su cara? Creo que esta vez era la primera vez que aquel hombre tenía miedo. Desquiciado, y al borde de la locura, sacó del bolsillo de su abrigo una pistola con la que disparó a esa mujer, logrando que las balas únicamente pasasen a través de ella. 


-Nos vemos pronto.- Sin duda apuntó el cañón del arma contra sus sienes y disparó. 


Sabía que me estaba hablando a mí, pero me aterraba esa posibilidad. Era alguien inocente ¿Por qué me sucedía esto a mí? Mi cabeza comenzó a enlazar las piezas que permitían descubrir la identidad de aquel hombre. Sentí repugnancia, no podía estar relacionado de ninguna manera con esa gente, no era posible, no podía serlo. Si era verdad ¿Que destino aciago le esperaba? Además había dicho que nos veríamos pronto. Me temía lo peor.


Pasé el día hecho un ovillo en medio del salón, observando como las sombras se extendían burlonas hacia mí y esa mujer me miraba desde el fondo del pasillo. Sentía que me llegaba la hora. Una vez el sol se puso comencé a escuchar pasos acercándose a mí, mientras un líquido miasmático brotaba de ninguna parte, inundando la habitación, yo sólo lloraba sin lágrimas esperando al menos una muerte digna. Escuchaba el repugnante chapoteo de muchos pasos que caminaban hacia mí. Miré desesperado a mi altar para contemplar atónito y horrorizado como las estatuas de aquellos seres sagrados a los que rendía devoción, tapaban sus ojos con fuerza, para no ver lo que iba a ocurrir allí.  La mujer se paró delante, obligándome a sostenerle la mirada, tenía ganas de vomitar al contemplar ese color. Penetraba en mi mente, extrayendo todo de mí. A mi espalda se situó otra mujer, vestida en túnica con una lacia melena negra hasta el suelo y una máscara de porcelana funeraria. Podía sentir su odio. A mi diestra apareció un cristo ahorcado en cuyos hombros había un cuervo blanco deforme y otro negro de ojos humanos, que me miraban vacíos mientras graznaban cánticos guturales con una garganta que no podía ser de este mundo. Finalmente a mi derecha, en dirección al pasillo se abrió un gélido túnel de estrellas que conectaba con lo infinito, lo que podía ser y que sería destruido, o eso me decía el vacío al oído. Ahora entendía todo, estaba en un juicio. 


Lo que debía ser la oscuridad de la ciudad a través de mis ventanas se convirtió en un espejo de aquello que hay más allá del tiempo y lo imaginado, las risas de los acusadores hacían temblar el suelo, suelo que dejé de notar al momento en el que la gravedad decidió abandonar mi cuerpo para ponerme mirando hacia arriba y así contemplar como una especie de lanza ceremonial colgaba de la nada para apuntar a mi cuello. Por la periferia de mi vista la mujer de cabellera roja comenzó a sostener una balanza en cuyos platos aparecieron una pluma y un corazón ensangrentado y aspecto formolado. La deformación de cristo comenzó a cantar salmos de forma enajenada, llevando mi mente a un limbo de pánico primitivo. El pecho me comenzó a arder con un dolor inaguantable, mientras un sol negro emanaba de mí y tomaba forma, ahora aquel hombre me miraba en carne y hueso, un nombre que ya no quiero recordar asomó de mis labios, condenándolo. En vano intentó patalear y retorcerse mientras era atraído a la lanza y su carne y hueso se clavaban en ella. Lo ensartó en vertical, astillando primero todo conocimiento que pudiese albergar para después recorrer todo su cuerpo. Pude ver horrorizado como el corazón en la balanza, que había sido deformada por el peso del órgano, reventaba por la presión de la lanza en el cuerpo. Una vez lo había partido por la mitad el cuerpo desapareció. Caí al suelo con un golpe sordo, cortando mi respiración. Guiado por un instinto de supervivencia animal me arrastré por el suelo para sólo encontrar los pies  de la mujer de mis pesadillas. Estos giraron y marcharon, llevándose el pantanal de miasma consigo. El juicio había terminado.


Mientras escribo estas notas en un cuaderno para que no desaparezcan, intento vivir una vida austera y amable. Entrego mi corazón a cualquier acto de bondad que pueda encontrarme. Sé que fui recipiente de algo, de algo maligno y como tal fui manchado. Por la misericordia de algo que no debe nombrarse fui perdonado, pero soy vigilado, sé que lo soy. Vigilado por esos ojos azul de Prusia.


Babesiosis

  -Babesiosis-


Al principio sólo son una mezcolanza, nadando entre saliva alterada, toxinas, restos sin digerir del alimento del artrópodo y otros de su misma clase pero sin su mismo objetivo.

El vaso es atravesado y ellos introducidos de forma accidental a primera vista e intencional en mente racional.


Diamantes infectantes entran al mar de plasma, un flujo constante de nutrientes y células, entre ellas la presa. Es odisea el viaje por estas aguas y no exento de monstruos. Cadenas proteicas de naturaleza destructiva la atraviesan de forma constante, arrasando en el camino, pues cuando una llega se adhiere a otra, y a esta otra para transformar la estructura de las que están por venir, hambrientas de un proceso de muerte. Varias son destruidas por este fenómeno, dejando sus restos intraplasmáticos naufragando inservibles para ser después ser eliminados. Oportunidades que jamás serán.


Colosos celulares se unen al festín inicial al encontrarse con los extranjeros. En ese reino de constante flujo e intercambio no hay lugar para forasteros y lo demuestran con un peculiar abrazo digestivo, extensión de su ser y función, su muestra de afecto inconsciente al medio en el que viven. Lo engullido desaparece sin dejar rastro, como si nunca hubiera existido, salvo por el trofeo de caza que exhiben orgullosos sobre su superficie, señalando así a los de su misma condición  el objetivo a eliminar. El cazador se convierte en presa de la inmensidad del medio invadido. La cacería prosigue con la muerte de miles, una vorágine de hambre siendo saciada con violencia y una vez en el hartazgo llaman con mensajes químicos a otros que aún no han probado bocado, apareciendo en las paredes del mar desde ángulos y espacios imposibles. Son los máximos depredadores. Aunque rinden cuenta a otros a los que entregan el trofeo cual jauría obediente, estos sólo toman y marchan, su acción es lenta pero llegará con las próximas mareas de plasma.


Entre la devastación un grupo selecto llega a su objetivo, células cóncavas , aisladas lagunas coloidales que pueden ser habitadas, agua de hierro de la que alimentarse para prosperar. Su cobertura lipídica se extiende majestuosamente ante ellas, aislando el virgen interior del salvaje entorno que la rodea. Una puerta de mil cerrojos y mil códigos indescifrables, simetrías proteicas que se proyectan como columnas imposibles y cambiantes sobre los lípidos, algunas flotando encima de ellos con mantenimiento de fuerzas electroquímicas mientras otras se clavan en el cuerpo celular. Hay conductos demasiados pequeños para su entrada triunfal, compuertas matemáticas que dejan escapar elementos químicos de uso común para su funcionamiento, no pueden pasar. Las intrusas tienen sus medios y engaños. Ganzúas químicas que actúan de embajadores enmascarados, tricksters a contrato que abren la puerta a la invasión.


Lo primero que se ven son cadenas, proteínas enlazadas que mueven como director de orquesta la membrana y lo que flota en ella, brazos autómatas filamentosos de órbita organizada y de patrón secuencial en apariencia errático. Pero lo interesante está en el centro, que alberga una maraña proteica que capta salvajemente hierro para atrapar y lanzar oxígeno a discreción mediante reacciones químicas complejas. El parásito lo necesita para alimentar a su bacteria endosimbionte con capacidad reductora. Oxígeno es energía en este mundo, combustible de maquinaria arcaica y sofisticada. Tiene que actuar antes de ser detectado pues los mecanismos están en marcha.


La intrusa procede a cambiar su morfología y a cambiar sus códigos, los cerrojos se ocultan y se convierte en el perfecto caballo de Troya. La célula no puede detectar nada mediante sus sensores químicos, deteniendo la respuesta de autodestrucción. Todo empieza ahora. La totalidad genética comienza a activarse para llevar a cabo una replicación, las proteínas se generan para dar lugar a estos cambios, se generan copias de estructuras internas para el reparto equitativo. Brazos proteicos análogos a los de la célula invadida hacen bailar las hebras de código biológico a su son en un proceso tan antiguo como la propia vida, separando las copias correspondientes a cada uno, misma información para mismos procesos, espejo perfecto uno de otro. Serán individuos idénticos con autonomía versátil. Primero uno y después otro en exponencial llegada. Queda poco espacio, pero la multiplicación debe seguir. La decisión es definitiva.


El complejo apical de la célula parasitaria apunta a la membrana de la hospedadora. Es una lanza que busca abrirse paso y son legión. La célula cede a la presión sometida y su estructura cae, liberando a la intrusa y su propio contenido. Material ferroso que irá degradándose poco a poco cambiando su estructura química mediante procesos enzimáticos. Las réplicas son libres y en la lejanía de la incansable corriente se aprecian más células siendo destruidas. Supernovas de biológica catástrofe.  Las invasiones se suceden de forma imparable, llenando el mar de plasma de cadáveres celulares en proceso de ser fagocitados. Pero el gran flujo clama venganza y el momento de las misteriosas células antes mencionadas ha llegado. Acompañadas de la tormenta.


Cadenas simétricas de pequeñas proteínas, más bien eslabones, se abalanzan sobre el torrente como un enjambre iracundo, violento. Su aguijón es certero, clavándose con precisión en los ángulos más débiles despedazando receptores y anclando otros para facilitar el trabajo a los grandes colosos devoradores. Es una masacre de acción especializada ante la que no se puede escapar, un huracán defensivo que arrasa con todo. Pero tiene consecuencias, y tanto que las tiene, pues debe ser superior a las fuerzas del invasor y el exceso causa choque dañinos con elementos naturales del torrente y estructuras conectadas a ellos. Daños colaterales de la guerra, sintomatología no deseada.


Es una masacre mayor a la primera, pero hay esperanza para el invasor pues escondidos del bombardeo constante hay cúmulos de la especie esperando a ser liberados y continuar el proceso. Eso y la segunda fase, el cambio definitivo. La estructura cambia, diferenciada a pares de polos opuestos necesitados el uno del otro para generar adaptaciones al peligro externo y aportar mejoras internas. Pero en el torrente de plasma no se puede dar el intercambio. Necesitan otro medio más eficiente pero primero hay que sobrevivir.


Los individuos gaméticos viajan en silencio por el plasma, ocultos de las miradas indiscretas. Una situación de bosque oscuro, quien de señales de existencia puede ser eliminado, el plasma está lleno de depredadores y lo saben. Lo saben bien. 


La espera es larga y la mayoría desaparecen, pero la esperanza llega cuando el vaso vuelve a ser cortado y fotones se infiltran por un instante en el plasma. Fuerzas externas están actuando y es esa la oportunidad ansiada. Una potencia de succión arremete contra el torrente, absorbiendo los componentes del mismo, incluidos los gametos. Es un proceso de alimentación de un artrópodo. El nuevo objetivo. Las fases iniciales morirán, los transformados prosperarán.


El nuevo ecosistema es distinto, pues no es ya una corriente pulsátil sino un bosque de células ciliadas de gran tamaño. Un terreno fértil en el que proliferar y realizar el intercambio de material genético. Los gametos se localizan con lenguaje químico cifrado único entre ellos para establecer su unión. Cuando esta se realiza el genoma se mezcla al azar dividido en varios fragmentos, dando individuos únicos entre sí. La nueva generación que continuará el ciclo, adaptada, perfilada, optimizada. Las células que hospedan a los nuevos organismos comienzan a destruirse por el daño recibido. Son libres.


Nadan por vía contraria a la que entraron hasta una posible salida, el orificio de alimentación. Y aguardan. Ahora es una fuerza expulsiva la que genera el movimiento. Y el ciclo comienza de nuevo. Así será siempre.


jueves, 4 de agosto de 2022

Caballera del vacío

                                                               -Caballera del vacío-


Santa madre llena de pureza. Tú que fuiste sin pecado concebida, tú que nos haces ver. Tu luz explora las sombras de las estrellas y guía nuestro acero. Bendita seas santa madre del vacío. Líbranos del pecado de los primordiales. Amén.


Despierta y atiende al cónclave que mueve tus pies, despierta lanza de la humanidad. 


Despierta Idoya, hermana de nuestra señora del vacío.  


Despierto entre jadeos y sudores, envuelta en paja que se me ha pegado a la piel ¿Dónde y cuándo estoy? Ya me acuerdo, estaba en la villa de Vitoria, en un establo, acababa de matar a una sombra ecogénica de la cuarta dimensión y necesitaba descansar. Es 1493, marzo. Sí, ahora me acuerdo, y me han vuelto a llamar del cónclave de nuestra señora del vacío, en Toledo. No hace falta que me digan que ha pasado, siento el mar de conciencias humanas y parece que el mundo se ha vuelto más grande y para lo que me dedico es algo malo, pero necesito órdenes.Me quito la paja pegada a mi piel, huele al primordial. Que asco. Me pongo la armadura negra de mi orden, la que me ha salvado en tantas ocasiones de la muerte. Cojo mi alabarda, mi zurrón y despierto a mi gineta. Son las madres de todas las bestias, los animales más nobles, mejor montura que cualquier corcel y las únicas que se acuerdan de los estelares caminos, el resto de los animales los han olvidado. No puedo pedir compañera más fiel. Casi se me olvida reajustar la ilusión de percepción óptico-cortical, ahora mi gineta es un caballo, yo soy un hombre de oscura armadura y ya no hay miradas indiscretas que me amarguen el día. Soy un desastre ¿Qué diría mi maestra?


Adoro la lluvia por la mañana cayendo sobre mi negra cabellera, es gratificante. El olor de la tierra mojada, la humedad fría mordiendo mi piel y la hierba llenando de verde mis pupilas. Es una pena que no pueda disfrutar todo el camino de esta sensación, tengo que coger un atajo. Usaré las rutas dimensionales de los Fomoré, los primeros habitantes de este planeta, se marcharon hace mucho tiempo, a otro sitio. Eran listos.Si recuerdo bien el más cercano es el de Mug Arriaundi, si sigue en pie es por nosotros, los cazadores. Está a medio día de camino. En marcha.


Cuando tenemos alguna alerta de emergencia como esta suelo pensar en nuestra labor para con la especie. Somos los guardianes ante lo oculto, aquello proveniente de otros mundos ajenos al nuestro, podemos ver. Defendemos al inocente de nombres como Nyarlathotep o Yog sothoth, nos encargamos de romper los enlaces que los seres del sueño intentan tejer en el espacio que separa nuestros mundos para que se vuelvan uno, destruimos engendros somnolientos y babeantes que acechan jadeantes en las grietas de nuestra realidad, hambrientos. Somos la materia contra lo supraterreno, los verdaderos protectores de la humanidad. Y sé que si no fuera porque podemos destruir en un abrir y cerrar de ojos a un grupo de cultistas de Shub niggurath las cerradas mentes de la inquisición intentarían darnos caza. Ni siquiera saben que nos podemos ir de este mundo cuando queramos, creen que su miedo nos mantiene vivos, eso y matar demonios ¡Bah! Lo que consideran demonios no son más que chupópteros psíquicos que se alimentan de su huésped hasta suplantar su conciencia para hacer creer al resto de seres humanos que son algo poderoso más allá de su comprensión para seguir consumiendo energía mental. Son fáciles de matar. Los ángeles son iguales, pero en vez de matarnos cual ganado cosechan nuestra fe como si fuéramos un campo de alfalfa al que realizarle varios cortes al año. Al menos dan beneficios a quienes saben tratar con ellos, son mejores por muy poco. Sin querer he estirado demasiado las bridas de mi gineta, perdóname fiel amiga. Soy de gatillo fácil ¿De cuándo es esa expresión? Odio que el tiempo juegue en mi cabeza como le plazca.Pero lo que más detesto es no poder ir lento y disfrutar del camino. Tengo que ir por un camino interdimensional forjado por una especie ancestral hecho a su imagen y semejanza en vez de cabalgar por nuestro mundo, siendo que es hermoso.


Bajar desde Vitoria al valle del Ebro mientras cambio de la montaña al bosque fluvial y me recibe la corriente, por estas fechas podría contemplar el contraste opuesto del vuelo de los azabaches cormoranes y las luminosas garcetas. También quiero que vuelvan las golondrinas. Todo florece por estas fechas y mi alma ansía el perfume de las aliagas y los romerales del horizonte, mientras las aguas se llenan de un verde de limo vital y las choperas adornan el viento con una tormenta blanca que dará nuevos bosques cuando los nacidos ahora tengan a sus nietos en el regazo. Si se está en silencio se puede escuchar el trino del ruiseñor y la risa del patuquero, y si se tiene suerte se pueden ver zorros y corzos vadeando las lindes del bosque y los campos, incluso ví nutrias una vez en el curso medio del río ¡Dios las salve de los peleteros! Descender al sur por el desierto turolense, sintiendo la arena y la roca desnuda a través de mis sentidos, un abandono al paisaje austero que al caer de noche se colma de belleza con un techo de estrellas. Y pensar que fue hace eones un mar, o al menos eso dicen nuestros archivos. Según los sabios las rocas cuentan la historia del mundo. Ojalá supiera leerlas. Quiero volver a bañarme en el Tajo, en esas aguas que cantan y seguirán cantando leyendas durante siglos.


Ya he llegado. Qué rápido. Ese maldito monolito siempre hace que me den escalofríos, es una obra que los humanos tardaremos milenios en poder manufacturar ¡Y pensar que está ligado a una piedra! Tener que entrar en esa red dimensional es pesado, hay que ajustar las ondas cerebrales y armonizar el campo magnético con tu cuerpo y entrar. No me gusta hacerlo, no por miedo sino porque corresponde a un tiempo que no es el mío  y siento que profano el recuerdo de una civilización olvidada. Pero es de lo poco que nos han dejado y hay que aprovecharlo. 


Cuando lo activas sale ese líquido negro, te busca, te siente, se acerca, te toca, lo aceptas ¿Por qué siempre está tan frío? Y te traga. 


Has entrado.


Apareces en una pradera de un mundo desconocido, una brisa antinatural mece una hierba púrpura iluminada por una constante noche estrellada, más brillante que cualquier otra ¿Brillaba más el cielo antes de nuestra aparición en nuestro planeta? Mejor no me lo pregunto, toca cabalgar un par de horas más y no me apetece pensar que un pasado remoto fue mejor, me niego. No estoy sola y me inquieta, pero no hablo de seres inteligentes sino de fantasmas, recuerdos, sombras de animales anteriores a nuestro tiempo habitan estos campos. Grandes reptiles bípedos y cuadrúpedos gobiernan la tierra iridiscente mientras otros, quizá marinos, nadan en el cielo de forma majestuosa junto a aquellos seres que volaron en su día, se reconocen oasis de vegetación desconocida en la lejanía, fragmentos de vida pasada. Pocas veces me he encontrado con algo de nuestra época, pues el residuo psíquico de nuestra especie aún es débil. Muchas veces me he planteado ligar alguno de esos espíritus a un objeto de mi pertenencia, algún depredador, otros lo hacen. Los peces gigantes acorazados y las serpientes marinas me llaman la atención, otros lo hacen. Pero no me siento cómoda sacándolos de su entorno, o de lo que queda de él. Hace que me sienta un ser profano. Otros lo hacen. Una invasora ¡Santa madre del vacío! ¿Cuánto voy a tardar en llegar? Pasar por aquí siempre me llena de pensamientos extraños y contra natura en mí. No me gusta, no es lugar para vivos, mi gineta lo sabe. Y yo también. Otros no.


Por fín veo la salida, una grieta en la realidad se abre, una bruma azul te envuelve y sales.

Toledo, la única ciudad que me gusta en este mundo. Rezuma antigüedad, las calles son estrechas, alocadas, y las matemáticas esquinas cuentan cuentos bastante divertidos. Siempre me relajo escuchándolos, aunque una vez escuché uno bastante subido de tono. Qué recuerdos, igual eso fue hace treinta años. Cuando se va con un disfraz como el mío la gente se aparta temerosa, eso ayuda a no tener problemas y es sumamente eficiente, sé que algún día las mujeres se vestirán con otro tipo de armaduras ¿Por qué lo sé? A veces siento que la percepción temporal no es apta para humanos. Cuando llegas a la catedral inician los protocolos, todos los tenemos que seguir, salvo uno. Te santiguas, abres los ejes vectoriales de la pared sur, rezas una oración, pasas, tomas la habitación de gravedad invertida y llegas al altar. Así demuestras que sigues siendo humano, entrando por la puerta grande, como todos antes que tú, salvo uno.Hacía mucho tiempo que no veía al resto de mi orden en torno a ese colosal altar de piedra granítica, es reconfortante ver la solemnidad dirigida por el sumo sacerdote. Intercambio palabras con la caballera de Córdoba, saludo al campeón de Castilla y hago lo mismo con el resto. Sólo falta uno. Él o eso.Un instinto primario se apodera de nosotros y apretamos nuestras armas hasta hacer sangrar nuestras manos. Siempre es así, está llegando. Un olor a mar podrido llena la sala por un segundo y se escucha un chapoteo, lejano, somnoliento. Acaba de entrar a su manera, por agua intersticial. Su paso es lento y agobiante. Por fín lo vemos entrar. El caballero del mar, guardián de lo profundo. Un monstruo. Que las apariencias no engañen, pues ese hombre de cabellera negra lacia y húmeda, cuyo movimiento vermiforme se aprecia ante el ojo experto, es antiguo, demasiado antiguo. Ahora se desconocen por el pueblo los útiles romanos, pero su armadura es de pretoriano, de alto rango. Es el más viejo entre nosotros, servía a los césares en su momento, y es el más peligroso de todos. Siempre decimos que hay líneas que no se deben cruzar y él las ha destrozado infinitas veces. No tiene nombre, sólo título pues es legión como las tropas de su tiempo ¿Será nostalgia o pura locura? Ambas. En la gran amalgama de seres que ocupan ese cuerpo poco debe de quedar de humano. Pero lo necesitamos. Lo odiamos, lo tememos, lo despreciamos. Pero lo necesitamos. Sólo su poder y su afán de nuevos horizontes nos permite luchar contra aquello que habita las profundidades del mar y las fronteras dimensionales. Para eso la espada de Aragón es solo apoyo legislativo. Ni nos mira, sólo quiere una orden para poder seguir luchando. Me da asco. Me da miedo convertirme en algo así.


El informe está claro. Se ha descubierto un nuevo continente en la expedición liderada por Cristóbal Colón, contactando con otras culturas y uniendo los hilos psíquicos entre ambas poblaciones. Nuestros destinos van a estar unidos para siempre y eso trae consecuencias. Tienen otra cultura, otros mitos y otros seres, y algunos al percibir el cambio de paradigma han abordado el barco  y ahora están en tierra. Nuestra misión es eliminarlos. Que comience la caza. 


Ahora empieza el protocolo de siempre. Volvemos a nuestra jurisdicción, nos ponemos en un lugar apartado de nuestra elección para realizar un viaje astral y a rastrear. Parece que hay huellas de entropía desconocida en varias direcciones y varios focos de energía psíquica diseminados por el territorio, algunos se van en direcciones que no puedo acceder. Que se encargue otro. Pero hay un sendero termodinámico que se extiende hacia Navarra. Estuvo dos días en un pueblo, hay manchas de miedo y pérdida ¿Un incendio? Otro día en una aldea, parece que hay un desastre personal importante pues parece que sólo paró para alimentarse. El rastro más actual es de hace unas horas. Parece que a nuestro amigo le gusta el fuego. Lo tengo. Su rastro es fuerte y exótico, se nota que no es de esta tierra. Hay que matarlo antes de que se adapte y camufle.Mientras sigo su rastro  negras nubes se arremolinan en el horizonte. Si no me equivoco eso quiere decir que uno de los parámetros físicos que manipula es el magnetismo. Magnetismo y temperatura. No debería ser ningún problema. Eso sabe que voy en su búsqueda pues intenta alterar el rastro, pero conmigo no lo conseguirá ¿Cree que soy novata? Ya casi estoy encima, parece que quiere huir a planos fractales. No escapará. Avanzo hacia la fractalización de la materia mientras me lanzo a la carrera a toda velocidad. Rompo con mi lanza espejos de dimensiones mientras sigo el rastro entrópico de la criatura.Mis piernas se descomponen en electrones cargados mientras mi cuerpo se convierte en una entidad gravitacional independiente de toda regla. Noto como la lluvia asciende hacia el cielo y seca mi piel. Nos acercamos a un bucle temporal. La luz comienza a morir. Quiere marchar a un espacio entre planos. No va a escapar.


La persecución es eterna a la vez que una fracción de segundo. Siempre es así, es lo que tiene estar deslimitada. Creo que puedo atrapar esa cosa. Sólo tengo que tirar de un hilo gravitacional, atraer una burbuja de singularidad de éter y es mía.Por fín estamos solos.


Parece que aún mantiene su forma terrenal, una extraña máscara en llamas tras la cual se encuentra un gran felino sin rostro. Supongo que debe ser un animal salvaje que causa terror a los inocentes de su lugar de procedencia y por sus habilidades lo más probable es que se haga pasar por un dios del fuego y las tormentas para conseguir sacrificios y así nutrirse. Todos son iguales y me dan el mismo asco. Pongo mi lanza en ristre. Confío en el hierro, es el metal forjado por las estrellas y de lo poco que puede matar a esos seres.


Es rápida. Mucho. Es difícil acertar las estocadas pero es un ser predecible, cuando altera la termodinámica a su alrededor deja huecos defensivos muy amplios ¿Demasiado? Corto un hilo de gravedad, otro y otro ¿Y otro? Son cuatro esta vez, eso es nuevo. Me acabo de dar cuenta, se estaba dejando atacar para poder liberar su forma verdadera. Está acostumbrada a ser cazada.Mierda. Una explosión de energía calorífica se extiende a mi alrededor, un fogonazo ocupa la dimensión de bolsillo. El ser ríe, mostrando la abstracción de su forma original y noto como intenta alterar la energía de mi cuerpo para hacerme añicos. Esos seres se aprovechan de nosotros e intentan controlarnos. Noto como mi cuerpo arde.


Se llevan todo lo que pueden y dejan todo vacío. Son todos iguales, excepto ellos y es hora de soltar el mío. Detesto la transformación pero es necesaria, noto como miles de ojos aparecen por mi cuerpo para poder ver todas las dimensiones, oídos, brazos y bocas aparecen detrás mío como una extensión inmaterial aberrante del cuerpo humano y sus sentidos. Mi brazo izquierdo se transforma en una retorcida maraña de dientes y lenguas, pues es donde él habita. Mi ángel de hambre. Un pacto necesario para la supervivencia, los dos salimos ganando, y este es inteligente, me hace caso. Le ordeno que vascularice mi lanza y así lo hace, ahora está viva y somos tres contra uno. Cuando las armas toman vida suelen ser un dolor de cabeza pero mi lanza ha salido a mí. Y menos mal.


Parece que mi apariencia ha tomado a esa cosa por sorpresa, tiene miedo, sabe que va a morir. Latigazos de hierro vivo descarnan los átomos de la criatura mientras el ángel come su entropía, yo coordino y miro, como una estatua aterradora. Humanidad habitada. Me doy asco pero es eso o morir. La criatura llora desconsolada ante su muerte y ante la visión de su energía devorada por mí. Ahora es cuando llegan las visiones.


Veo el nuevo continente y a sus gentes, sus cazadores, nuestros hermanos, y las atrocidades que van a suceder. Veo esclavos e imperios, ascenso de civilizaciones que mueren desde dentro y conforme nacen. El mundo va a devorar un continente cuya adhesión va a causar estragos. Veo a la humanidad sucumbir al orden, habitando en pilares de hormigón acristalado y manejando bestias de hierro. Un país ¿Qué es un país? De barras y estrellas, un dragón dorado de oriente que se vuelve rojo y mecánico ¿Mecánico? Un dios de datos, otro de capital económico y otro surgirá de las emociones de los humanos. Dioses nacidos en el seno de nuestra especie ¿¡Por qué tengo que saber todo esto!? ¿¡Hasta dónde va a llegar el potencial psíquico de los humanos!? Lo peor es que me veo a mí misma en uno de esos pilares de cristal y metal, ataviada con ropas extrañas de color blanco y negro, mientras miro con mirada cansada al mundo ¿Acabo de devolverme la mirada? Los humanos se lanzarán al vacío del espacio, sus sueños serán datos y la realidad material los consumirá en una vorágine irreal de conciencia colectiva altamente comunicada. El mundo de lo ajeno se mezclará con el planeta, un planeta de mente racionalmente irracional, informática, dataísta, un nuevo ser nace. Yo estaré, apartada de esa criatura, un anticuerpo rebelde ¿Qué es un anticuerpo? Voy a tener que huir pese a estar iluminada, ajena a mi especie. El caballero del mar también estará allí, él ya sabe todo esto. Cabronazo. Él también escapará al océano del vacío y las dimensiones. Así acabará todo ¿O empezará? Qué se le va a hacer.Mi ángel me está mirando, envidia mis visiones, quiere conocer pero no puede. Ellos también serán asimilados irremediablemente en una simbiosis paradimensional. Qué cómico. Bueno, toca seguir cazando.


Treinta años después


Me dirijo a la costa de Nueva España en misión de reconocimiento. Parece que tengo que visitar la ciudad de Tenochtitlan para hablar con nuestros homólogos, están muy enfadados con nosotros y por no intervenir en las acciones de nuestro pueblo, la conquista está en ciernes. Nosotros no tenemos pueblo, sólo deber, pero tocará hacer labores diplomáticas, una guerra de cazadores es de lo peor que le puede ocurrir a la humanidad.


Parece un lugar tranquilo y bello donde vivir, me han dicho que está lleno de paisajes mágicos que cautivan el alma y fortalecen el cuerpo y la mente. También aprenderé nuevos tipos de magia, añadiendolo a la magia africana que aprendí en Santo Domingo. Siempre está bien aprender algo nuevo. Lo bueno es que he aprendido a apreciar el mar. Lo que me llena de tristeza es saber que no saldré de esta tierra hasta el día de mi resurrección en vida. Voy a echar de menos mi paisaje y el canto de las aves que tanto conozco pero sé que los humanos que nacerán dentro de varios siglos tampoco lo van a conocer. Se me parte de veras el corazón. Los humanos no estamos hechos para nadar tan lejos, somos flores que marchitan rápido, no robles en un bosque inconmensurable pero la evolución tiene estas cosas ¿Qué es la evolución?


Bueno


Qué se le va a hacer.






La doncella del Yangtzé

                                                           La doncella del Yangtzé El gigantesco anfibio abrió la boca y se tragó el bao de ...